EEUU, Israel y la operación "guerra civil" para dividir a la resistencia palestina
(Fuente: IAR Noticias)
Luego de terminar con la vida de Arafat (todas las hipótesis y estudios médicos sugieren que fue envenenado) el eje Washington Tel Aviv consiguió -mediante comicios- instalar a su conocido doble agente, Mahmud Abas, quien respondía sumisamente al plan de "pacificación" impuesto tras el exterminio militar.
La nueva estrategia consistía en el repliegue de las fuerzas israelíes delegando la represión en la policía "colaboracionista" de Abas, en tanto el ejército israelí -tal como lo hace el ejército norteamericano en Irak- mantenía su poderío invasor convertido, paradojalmente, en el custodio armado de la "democracia" palestina.
La "paz" forzosa sellada entre el Estado de Israel y la administración palestina de Mahmud Abas fue frágil y débil debido a los enfrentamientos que suscitó, tanto entre los israelíes como del lado palestino donde las organizaciones armadas encabezadas por Hamás resistían un acuerdo con los ocupantes judíos.
Imprevistamente, el demoledor triunfo electoral de Hamás, en enero, modificó el tablero y las relaciones de fuerza: Hamás, por imperio de su victoria en las urnas, pasó de ser minoría "extremista" a "mayoría democrática" en el territorio palestino conquistado por los tanques israelíes.
En Washington y en Tel Aviv saltaron todos los tapones: la situación quebraba las reglas establecidas y creaba un nuevo escenario donde los "malos" (el "terrorismo" de Hamás) pasaban a ocupar el lugar de los "buenos" (el gobierno de la ANP controlado por Al Fatah, alumno aplicado y maleable de la estrategia judeo-norteamericana.)
Para muchos medios y analistas árabes, el abrumante resultado electoral resultó claramente un "castigo del pueblo palestino" a la condescendencia y sometimiento de Abas (un reconocido ex agente judeo-norteamericano de la CIA) y de Al Fatah a las reglas impuestas por el invasor sionista y su protector norteamericano.
Con Hamás en el gobierno palestino, y su decisión de "no negociar" se desmorona la estrategia de dominación que tenía como actor central a la relación ANP-Al Fatah con el eje Washington-Israel, que se proyectaba como "modelo a imitar" en todo el espectro del Medio Oriente.
Las cadenas mediáticas expandieron el triunfo de Hamás al mundo, y comenzó la operación de presión internacional para que Hamás "abandone las armas" y se pliegue a un proceso de convivencia en paz con su vecino (invasor) israelí, de la cual pasó a formar parte el gobierno de Abbas.
La operación "guerra civil"
Tras ganar las elecciones, la organización Hamás rechazó la presión internacional encabezada por EEUU, Israel y sus socios europeos para que "abandone la lucha armada" y anunció en Damasco (Siria) que pensaba continuar con la resistencia a la ocupación israelí.
Esto implicaba -según su propia declaración- que la organización armada iba a proseguir con la lucha armada contra Israel, pese a las presiones de EEUU y las potencias europeas para que abandone la violencia y reconozca al Estado judío.
Esta postura, y por el contexto donde se la expresó (Siria) quebraba el stau quo de las "negociaciones de paz" en la que se basaba la relación de Israel, EEUU y Europa con el Estado palestino controlado por el gobierno de Abas y Al Fatah, tan empeñado en combatir al "terrorismo" de Hamás como las propias potencias imperialistas capitalistas.
¿Cómo terminar con Hamás sin romper las "formas democráticas" impuestas en los territorios ocupados militarmente?
La pregunta del millón que, desde el triunfo electoral de Hamás, deberían responder frente a los estados mayores de Washington y Tel Aviv los comandantes estratégicos de la CIA y del Mossad, que ahora andan buscando "soluciones adecuadas" en el nuevo teatro de operaciones.
¿Y que mejor que un enfrentamiento armado entre Hamás y Al Fatah, el tradicional aliado de Israel?
La disputa entre Hamás y Abas estalló a fines del mes pasado cuando la organización anunció la creación de un nuevo organismo de seguridad en la ANP, que competía con la estructura oficial conducida por Al Fatah.
La invasión militar de Israel a Gaza el 26 de junio pasado, y las operaciones genocidas contra el Líbano, congelaron la operación para enfrentar a Hamás y a Al Fatah en una guerra civil y crearon un proceso de búsqueda de unidad para enfrentar la nueva ola represiva judía en los territorios palestinos.
Ese proceso se quebró nuevamente cuando Abbas (un servil agente judeo-norteamericano) anunció en la asamblea anual de la ONU la formación de un "gobierno de unidad" que reconocería al Estado de Israel y pondría fin a la resistencia armada.
Hamás desautorizó inmediatamente a Abbas anunciando que no reconocía al estado de Israel ni renunciaba a la lucha armada, lo que catapultó nuevamente el enfrentamiento interno de este fin de semana con mayor virulencia y cantidad de muertos y heridos.
Una situación de caos, anarquía y enfrentamiento entre Hamas y Al fatah, y resume más que nada una situación buscada tanto por Israel como por EEUU que tienen en la división sus carta de triunfo para controlar y destruir militarmente a Hamás.
Con los palestinos matándose entre sí, con el territorio sumido en una crisis económica terminal (los empleados de la administración llevan dos meses sin cobrar el sueldo), la Palestina de Hamás y Al Fatah se convierte en el escenario ideal para una intervención militar que termine con el gobierno y la vida de los dirigentes de Hamás.
Luego de terminar con la vida de Arafat (todas las hipótesis y estudios médicos sugieren que fue envenenado) el eje Washington Tel Aviv consiguió -mediante comicios- instalar a su conocido doble agente, Mahmud Abas, quien respondía sumisamente al plan de "pacificación" impuesto tras el exterminio militar.
La nueva estrategia consistía en el repliegue de las fuerzas israelíes delegando la represión en la policía "colaboracionista" de Abas, en tanto el ejército israelí -tal como lo hace el ejército norteamericano en Irak- mantenía su poderío invasor convertido, paradojalmente, en el custodio armado de la "democracia" palestina.
La "paz" forzosa sellada entre el Estado de Israel y la administración palestina de Mahmud Abas fue frágil y débil debido a los enfrentamientos que suscitó, tanto entre los israelíes como del lado palestino donde las organizaciones armadas encabezadas por Hamás resistían un acuerdo con los ocupantes judíos.
Imprevistamente, el demoledor triunfo electoral de Hamás, en enero, modificó el tablero y las relaciones de fuerza: Hamás, por imperio de su victoria en las urnas, pasó de ser minoría "extremista" a "mayoría democrática" en el territorio palestino conquistado por los tanques israelíes.
En Washington y en Tel Aviv saltaron todos los tapones: la situación quebraba las reglas establecidas y creaba un nuevo escenario donde los "malos" (el "terrorismo" de Hamás) pasaban a ocupar el lugar de los "buenos" (el gobierno de la ANP controlado por Al Fatah, alumno aplicado y maleable de la estrategia judeo-norteamericana.)
Para muchos medios y analistas árabes, el abrumante resultado electoral resultó claramente un "castigo del pueblo palestino" a la condescendencia y sometimiento de Abas (un reconocido ex agente judeo-norteamericano de la CIA) y de Al Fatah a las reglas impuestas por el invasor sionista y su protector norteamericano.
Con Hamás en el gobierno palestino, y su decisión de "no negociar" se desmorona la estrategia de dominación que tenía como actor central a la relación ANP-Al Fatah con el eje Washington-Israel, que se proyectaba como "modelo a imitar" en todo el espectro del Medio Oriente.
Las cadenas mediáticas expandieron el triunfo de Hamás al mundo, y comenzó la operación de presión internacional para que Hamás "abandone las armas" y se pliegue a un proceso de convivencia en paz con su vecino (invasor) israelí, de la cual pasó a formar parte el gobierno de Abbas.
La operación "guerra civil"
Tras ganar las elecciones, la organización Hamás rechazó la presión internacional encabezada por EEUU, Israel y sus socios europeos para que "abandone la lucha armada" y anunció en Damasco (Siria) que pensaba continuar con la resistencia a la ocupación israelí.
Esto implicaba -según su propia declaración- que la organización armada iba a proseguir con la lucha armada contra Israel, pese a las presiones de EEUU y las potencias europeas para que abandone la violencia y reconozca al Estado judío.
Esta postura, y por el contexto donde se la expresó (Siria) quebraba el stau quo de las "negociaciones de paz" en la que se basaba la relación de Israel, EEUU y Europa con el Estado palestino controlado por el gobierno de Abas y Al Fatah, tan empeñado en combatir al "terrorismo" de Hamás como las propias potencias imperialistas capitalistas.
¿Cómo terminar con Hamás sin romper las "formas democráticas" impuestas en los territorios ocupados militarmente?
La pregunta del millón que, desde el triunfo electoral de Hamás, deberían responder frente a los estados mayores de Washington y Tel Aviv los comandantes estratégicos de la CIA y del Mossad, que ahora andan buscando "soluciones adecuadas" en el nuevo teatro de operaciones.
¿Y que mejor que un enfrentamiento armado entre Hamás y Al Fatah, el tradicional aliado de Israel?
La disputa entre Hamás y Abas estalló a fines del mes pasado cuando la organización anunció la creación de un nuevo organismo de seguridad en la ANP, que competía con la estructura oficial conducida por Al Fatah.
La invasión militar de Israel a Gaza el 26 de junio pasado, y las operaciones genocidas contra el Líbano, congelaron la operación para enfrentar a Hamás y a Al Fatah en una guerra civil y crearon un proceso de búsqueda de unidad para enfrentar la nueva ola represiva judía en los territorios palestinos.
Ese proceso se quebró nuevamente cuando Abbas (un servil agente judeo-norteamericano) anunció en la asamblea anual de la ONU la formación de un "gobierno de unidad" que reconocería al Estado de Israel y pondría fin a la resistencia armada.
Hamás desautorizó inmediatamente a Abbas anunciando que no reconocía al estado de Israel ni renunciaba a la lucha armada, lo que catapultó nuevamente el enfrentamiento interno de este fin de semana con mayor virulencia y cantidad de muertos y heridos.
Una situación de caos, anarquía y enfrentamiento entre Hamas y Al fatah, y resume más que nada una situación buscada tanto por Israel como por EEUU que tienen en la división sus carta de triunfo para controlar y destruir militarmente a Hamás.
Con los palestinos matándose entre sí, con el territorio sumido en una crisis económica terminal (los empleados de la administración llevan dos meses sin cobrar el sueldo), la Palestina de Hamás y Al Fatah se convierte en el escenario ideal para una intervención militar que termine con el gobierno y la vida de los dirigentes de Hamás.
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