Monday, October 16, 2006

Israel censura a Tony Judt por hablar del lobby sionista

(Fuente: La Vanguardia de España)

Es posible que tras publicar este diario reciba emails indignados y comentarios en blogs diversos acusándome de albergar actitudes discutibles respecto a los judíos. Pero como hace tiempo que, por estar de viaje, no publico un diario neoyorquino pensaba que más vale regresar "vivo y pateando", según se suele decir aquí. Es más, mis mejores amigos estadounidenses son judíos. Así que vamos a por ello.

Quería anunciar dos muy buenas noticias desde el downtown de Manhattan. Una es que finalmente se va a escenificar en un pequeño teatro "off Broadway" la obra "My name is Rachel Corrie" de los británicos Katherine Viner y Alan Rickman, sobre la valiente activista pro palestina que fue atropellada y asesinada por un bulldózer israelita cuando protestaba contra la demolición de viviendas palestinas en la Franja de Gaza en marzo de 2003. La obra resultó un éxito de taquilla y crítica en el Royal Court del West End de Londres. Pero la producción neoyorquina en el teatro New York Theater Workshop fue suspendida antes de estrenarse por miedo -según los autores y otros- a ofender a los patrones del teatro, que, en muchos casos son defensores acérrimos del "derecho de autodefensa" (es un decir) israelita en los territorios palestinos. Tampoco habría gustado demasiado a diarios como el New York Times o el Wall Street Journal.

El director del New York Theater Workshop, James Nicola, achacó la decisión a la victoria de Hamas en Palestina y a un calendario de producción excesivamente apretado. Rickman, actor de la serie Harry Potter, respondió entonces: "No quiero subestimar las dificultades de financiación de un teatro en Nueva York pero esto no quita que esto sea censura". En aquel entonces, muchos decían que nadie en Nueva York se atrevería a "morder la mano que da de comer" con una producción anti israelita. Pero, las cosas cambian y ahora el teatro "off Broadway" Minetta Lane Theater estrena la obra el próximo 15 de octubre.

La segunda buena noticia desde Nueva York, con su poderosa comunidad judía, es que, tras ser tema tabú durante tanto tiempo, un campo de minas para quienes temen ser acusado de antisemita, se empieza a plantear públicamente si el lobby pro Israel ejerce demasiada influencia sobre la política exterior estadounidense.

Hace un par de semanas en el Cooper Union de Manhattan, en un auditorio atestado de gente, un panel de expertos –integrado por dos diplomáticos de la administración Clinton, un ex ministro de exteriores israelí, dos académicos que han denunciado en sendos artículos la existencia de un lobby, y un intelectual palestino- celebraron un inaudito debate sobre la cuestión, patrocinado por el semanario literario británico London Review of Books. Esta revista publicó en marzo un largo ensayo titulado "El lobby Israel", obra de dos prestigiosos expertos de política exterior, Stephen Walt, catedrático de la Kennedy School de la Universidad de Harvard, y John Mearsheimer, de la Universidad de Chicago, que participó en el debate en Nueva York el jueves.La revista estadounidense Atlantic había encargado el artículo pero decidió en el último momento no publicarlo. "Lo significativo es que los autores no son Noam Chomsky sino miembros del mainstream conservador", dijo Roane Carey, redactor jefe del semanario The Nation, después del debate.Walt y Mearsheimer realizaron una crítica demoledora a la "relación especial" entre Estados Unidos e Israel y a un lobby pro israelita que abarca –según los autores- grupos de presión en Washington como la poderosa Comité de Asuntos Públicos América Israel (AIPAC) -tiene 100.000 miembros y gasta 47 millones en sus actividades-, hasta los neo conservadores en la administración Bush pasando por editorialistas de diversos diarios y hasta evangelistas cristianos, ahora fervientemente pro israelitas.
Según Mearsheimer, la influencia de este heterogéneo grupo de acérrimos defensores de Israel explica el trato privilegiado que sucesivas administraciones tanto demócratas como republicanas han concedido al estado judío.

Israel es el principal beneficiario de ayuda económica y militar estadounidense –más de 2.500 millones de dólares este año, 140.000 millones desde la segunda Guerra Mundial- pese a ser una economía rica y pese a que sus políticas en los territorios palestinos violen la ley internacional. Los autores del artículo sostienen -más discutiblemente- que la guerra en Iraq se ha librado principalmente porque corresponde con los intereses de Israel. "EE.UU. tiene un problema de terrorismo en gran parte porque está tan estrechamente aliado con Israel", afirman.

Para el lobby pro israelita, "es esencial controlar el debate -sostienen- porque, de haber una discusión franca sobre la relación Israel-EE.UU., los estadounidenses podrían decidir que quieren cambiarla". Curiosamente, según miembros del panel, es más fácil hablar abiertamente y sin miedo de Israel en Tel Aviv que en Nueva York, tal y como se ve comparando la prensa en las respectivas ciudades.

Previsiblemente, el ensayo resultó explosivo en las facultades y en los medios de comunicación estadounidenses desatando una serie de acusaciones de antisemitismo. El catedrático de derecho de Harvard Alan Dershowitz, autor del Case for Israel, lo calificó como "un artículo que apesta al afán por segregar a los judios".

La Liga Anti Difamación, un grupo que advierte constantemente de un supuesto recrudecimiento del antisemitismo nada visible a los demás, calificó el artículo como antisemita. Michael Oren, profesor de Harvard, dijo en el Washington Post que los dos autores, y no sólo su artículo, eran antisemitas.

En el debate del pasado jueves Martin Indyk, ex embajador de EE.UU. en Tel Aviv en la administracion Clinton, volvió a la carga acusando a Mearsheimer de "bajar a un nivel de antisemitismo". Indyk es ex director de AIPAC. Shlomo Ben-Ami dijo que el artículo tiene "connotaciones antisemitas". Dennis Ross, otro ex diplomático de Bush padre y Clinton y ex directivo de AIPAC, lo calificó como "peligroso".

Pero estas acusaciones vienen a respaldar la tesis del artículo, aseguró Mearsheimer. "Es casi imposible mantener una conversación libre y abierta sobre Israel sin ser tachado de antisemita", dijo el jueves. Tony Judt, historiador de la Universidad de Nueva York, explicó que su propio artículo en defensa de Mearsheimer y Walt estaba a punto de ser rechazado por el New York Times ("A lobby not a conspiracy", 19 de abril). "Me preguntaron si era judío y sólo lo publicaron porque dije que sí".

El catedrático de estudios árabes de la Universidad de Columbia, el palestino Rashid Khalidi dijo que "este debate no se aborda de forma racional ni en los medios de comunicación ni en el Capitolio". Walt me dijo que desde que publicó su artículo, "alguna que otra invitación que me habían hecho políticos en Washington ha sido cancelada".

Pero algunas grandes casas editoriales de libros parecen estar dispuestas a romper filas por primera vez. Farrar Strauss & Giroux va a editar una versión más larga del ensayo de Mearsheimer y Walt. Asimismo, la semana pasada se puso en venta un nuevo libro del ex director del San Francisco Chronicle Stephen Schwartz sobre la supuesta crisis del lobby pro Israel –"Is it good for the jews?: the crisis of the Israel lobby" (Doubleday, 2006) tras el caso de espionaje que involucró a integrantes neoconservadores del departamento de defensa.

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