Thursday, October 12, 2006

Las puertas del regreso cerradas para los palestinos

Amira Hass para Haaretz
Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Nadia Hasan y Revisado por Caty R.


Amán. Aunque hace siete meses que al ciudadano sueco Somaida Abbas le denegaron la entrada en el aeropuerto internacional Ben-Gurion, aún se puede percibir la dureza en cada frase que pronuncia este exitoso consultor de empresas cuando describe sus esfuerzos para regresar al lado de su mujer y sus tres hijos, a Ramallah. Finalmente, su familia se reunió con él en Amán.

Su esposa, Sada Shobaki, ha conseguido un permiso para ausentarse de su trabajo en el Ministerio de Economía palestino durante medio año. Sus hijos han dejado la escuela y la guardería. Ahora viven en un apartamento arrendado y amueblado, sin ningún carácter personal a excepción del encantador desorden que crean los juegos y los dibujos de los niños. En la puerta están colgadas las llaves de la casa de Abbas en Ramallah. Ya perdió un juego de llaves –el de su casa de Jerusalén-. Abbas nació en Jerusalén en 1959, donde vivió y estudió hasta los 20 años. Cuando decidió estudiar y trabajar en el extranjero, Israel revocó su derecho de residencia.

Abbas es uno de los primeros palestinos con ciudadanía extranjera afectado por la nueva y silenciosa política israelí de prohibir el regreso de los palestinos a su país. Esta política afecta tanto a las personas que sólo quieren visitar a sus familias como a las que quieren regresar y vivir en los territorios ocupados. Durante los últimos 10 ó 15 años se accedía con visas de turismo o trabajo que sólo Israel tiene potestad para conceder y lo ha estado haciendo hasta el año 2000.

La ola masiva de denegaciones de entrada y de no renovación de visas comenzó a principios de la primavera de este año cuando se formó el nuevo gobierno liderado por Hamás. A Abbas le denegaron la entrada el 6 de febrero a la vuelta de un corto viaje de negocios por Suecia y Turquía. En Suecia formó parte de una iniciativa para impulsar la cooperación económica entre empresarios suecos, israelíes y palestinos. En Turquía, se entrevistó con representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores turco para tratar de la reapertura de la zona industrial Erez.

Al principio Abbas, sus amigos y muchas personas con las que tiene relaciones profesionales, entre las que hay muchos israelíes, pensaron que había un error, un malentendido. Lógicamente sólo un error podía impedir la entrada de un importante consultor económico al que la Autoridad Palestina encomendó la misión de desarrollar la idea de zonas industriales compartidas por palestinos e israelíes, después de que Israel incrementara las limitaciones para el ingreso de trabajadores palestinos en sus territorios.

"Si Moisés no viene a la montaña, nosotros llevaremos la montaña a Moisés" era la idea, dijo Abbas. "Las zonas industriales podrían asegurar ingresos para los palestinos y seguridad para los israelíes. Las naciones donantes las financiarían. Yitzhak Rabin, Yossi Beilin, Abu Ala (Ahmed Qureia, alto funcionario de la AP), todos compartían esta idea. Y fui designado en 1995 para dirigir el proyecto. La intención era que estas zonas pudieran competir, al principio, con países como Jordania, Siria, Turquía y Egipto y luego con Bangladesh, Sri Lanka y Filipinas."

La esperanza de que este horizonte económico pudiera marcar un camino de paz, dice Abbas, le llevó a abandonar un lucrativo trabajo en Suecia, donde estudió y se convirtió en ciudadano años atrás. Mantuvo decenas de reuniones con representantes israelíes en las oficinas del Ministerio de Defensa en Tel Aviv donde entraba "incluso sin que me registraran", además de en las oficinas de la Administración Civil en Beit El y Tul Karm.

Pero nada de eso le ayudó cuando aterrizó en el aeropuerto Ben Gurion con su pasaporte sueco el pasado mes de febrero. "La mujer tomó mi pasaporte y esperé. Pasó una hora. Eso es normal. Cuando transcurrieron dos horas barrunté que estaba pasando algo malo. Un oficial ruso (israelí) se acercó a mí –supe que era ruso por su acento– y dijo: Abbas, ya es suficiente. Tú estás burlando al Estado de Israel. Tú trabajas en Israel. Respondí: nunca he trabajado en Israel, trabajo en Ramallah. Le mostré mi número de registro en la Administración Civil de Beit El, pero continuó: esto no es legal. ¿Cómo que no es legal?, le respondí, en 1996 obtuve un permiso de trabajo cada 6 meses; dejamos de recibir permisos de trabajo en el año 2000, pero renovamos nuestras visas de turista cada tres meses. Mi esposa y mis hijos están en Ramallah, no en Israel. Pero él dijo: no tiene sentido, Ramallah pertenece a Israel".

Abbas aterrizó a la una de la madrugada de lo que él llama un "domingo negro". A las 7 a.m. terminaba el turno del "ruso" y quiso poner a Abbas en un avión de regreso a Estocolmo. Abbas se negó. Se alzaron las voces. Exigió a dos policías no lo tocaran. Llamó al número de emergencia de la embajada sueca, que no pudo hacer nada ya que era domingo e Israel es un país soberano. Llamó a un conocido en el Centro Peres por la Paz que tampoco pudo hacer nada. Abbas acabó en una celda de detención en el aeropuerto.

"De repente me había convertido en un criminal", dice sin disimular las lágrimas. "Me persuadieron de que sólo se trataba de una cuestión de leyes y procedimientos, me dijeron que tenía que obtener una 'visa de servicio' y que después no habría ningún problema." Lo pusieron en un avión hacia Turquía desde donde se dirigió a Jordania. Más de un mes después, por la intervención de un empresario israelí del departamento para el proceso de paz en el Ministerio del Interior y de una compañía de desarrollo de Naciones Unidas para la que trabajaba, Abbas recibió una visa de servicio para tres meses de la embajada de Israel en Amán. Estaba firmada por el cónsul Shaul Moseri.

Pero el 22 de marzo, en el puente Allemby le volvieron a denegar la entrada. “La visa estaba emitida por el Ministerio de Exteriores y el Ministerio del Interior no aprobaba la entrada”, dice Abbas.

"Puedo encontrar trabajo en más de 16 países", señala Abbas. "Estaba acostumbrado a ser una persona, a que me tratasen con respeto, a tener los mismos derechos que los demás. Nadie tiene derecho a separar a un padre de sus hijos. Ehud Olmert no tiene ese derecho. Está impidiendo que los padres palestinos vivan con sus hijos en su país y luego se pregunta por qué los palestinos odian a Israel".

Original en inglés:
http://www.haaretz.com/hasen/pages/ShArt.jhtml?itemNo=769331

Nadia Hasan y Caty R. Pertenecen a Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, la traductora y la fuente.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home