La retirada de Gaza nunca ha sido real
(por Juan Miguel Muñoz para El País de España)
El 12 de septiembre de 2005, el general israelí Aviv Kochavi echó el cerrojo al último portón metálico en el centro de la franja de Gaza. Confiaban muchos en que la ocupación de 38 años llegaba a su fin. La alegría desbordante de los palestinos, acompañada del pillaje y el caos en las colonias judías abandonadas y demolidas, se prolongó pocos días. Reinaba entonces una sensación de alivio y de esperanza, siempre teñida de desconfianza. Hoy impera la frustración absoluta y todos siguen sintiéndose bajo ocupación.
El 12 de septiembre de 2005, el general israelí Aviv Kochavi echó el cerrojo al último portón metálico en el centro de la franja de Gaza. Confiaban muchos en que la ocupación de 38 años llegaba a su fin. La alegría desbordante de los palestinos, acompañada del pillaje y el caos en las colonias judías abandonadas y demolidas, se prolongó pocos días. Reinaba entonces una sensación de alivio y de esperanza, siempre teñida de desconfianza. Hoy impera la frustración absoluta y todos siguen sintiéndose bajo ocupación.
En la vertical del cruce fronterizo de Erez, puerta de entrada en el norte de Gaza, un dirigible del Ejército vigila permanentemente; cientos de tanques rodean el territorio, y los buques de guerra controlan las costas. Es un hecho que la captura del soldado Gilad Shalit, el 25 de junio, desató una brutal represalia israelí, con desprecio por la legislación internacional humanitaria. Pero un año después de la supuesta retirada, todos coinciden: sólo ha habido un despliegue militar diferente, fraguado antes de que Shalit cayera cautivo.
En noviembre de 2005, el Gobierno del entonces primer ministro, Ariel Sharon, y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) firmaron un acuerdo para la apertura de las fronteras a las mercancías y a las personas. Casi desde el comienzo fue papel mojado. Centenar y medio de contenedores debían partir desde Gaza hacia Cisjordania diariamente. Y se regulaba cierta libertad de movimientos. Nunca se llevó a la práctica lo previsto, a pesar de que Hamás todavía no había triunfado en los comicios del 25 de enero.
Kamal al Sharafi, asesor del presidente, Mahmud Abbas, no alberga dudas y se plantea varias preguntas. "El Gobierno israelí aduce que con Hamás (al que considera un movimiento terrorista) en el poder nada se puede negociar. Es una falacia, un pretexto más. Antes hubo nueve Ejecutivos dirigidos por Yasser Arafat y por Abbas y nada se hizo. ¿Cómo se puede decir que no transfieren nuestros impuestos por motivos de seguridad? Los prisioneros sí pueden afectar a su seguridad. Sin embargo, ¿por qué no permiten que los enfermos puedan viajar a Egipto para ser tratados? ¿Por qué no devuelven los cadáveres de palestinos a sus familias? ¿En qué afecta eso a su seguridad?".
El sábado pasado un terremoto de 4,8 grados en la escala Richter sacudió Israel y los territorios palestinos sin causar daños. Pero si se recorre Gaza de norte a sur, podría parecer que el sismo provocó efectos devastadores. Ha sido la aviación israelí la que ha destrozado carreteras, puentes, la única central eléctrica, universidades, escuelas, ministerios... Las iniciativas comerciales y sociales han sido aplazadas. "En Cisjordania, los estudiantes no pueden llegar a las universidades, y en Gaza conseguimos financiación de la Unión Europea para construir facultades. Pero Israel ha destruido esos proyectos a sabiendas de que Europa estaba implicada. La bandera de la UE ondeaba sobre esos edificios".
Los proyectos en casi todos los ámbitos están detenidos. El cristiano Ramzi Rabah, miembro del Consejo Nacional de la Organización para la Liberación de Palestina, asegura que el Estado judío "ha conseguido convencer al mundo de que la ocupación terminó y ha logrado convertir Gaza en una enorme cárcel". "Lo hemos discutido", añade, "con el Banco Mundial y la UE. Elaboramos varios planes, pero Israel no ha permitido la reapertura del aeropuerto de Rafah, ni la construcción del puerto marítimo. Han transformado el problema en un asunto meramente humanitario desviando la atención del conflicto político".
Hartos de que se hable de ayuda humanitaria, Hamad precisa: "Lo que necesitamos es que se levanten las sanciones y que nos permitan controlar las fronteras, no que nos den comida". Y aventura una explosión social en años venideros, si no cesa el asedio y la comunidad internacional no se implica en la formación de un Estado palestino viable. "En Gaza", agrega, "vivimos millón y medio de palestinos, pero seremos cuatro millones de habitantes en 2015".
"La vida es ahora mucho más difícil. Antes de que se marcharan los soldados israelíes nunca atacaron las infraestructuras civiles, y no lo hacían porque las necesitaban para los asentamientos judíos. Ahora está todo permitido", apunta el periodista Saleh Alnami. Paradójicamente, es lugar común escuchar estos días en la franja: "Cuando estaban aquí los militares y los colonos, vivíamos mejor".
Por otra parte, un adolescente palestino murió ayer en Belén tras ser alcanzado en el pecho por disparos de soldados israelíes, informa Naiara Galarraga desde Jerusalén. Los militares, que rodeaban la casa donde luego apresaron a un miliciano, abrieron fuego contra un grupo que, según una portavoz del ejército, les lanzó una granada.
Horas antes, militantes palestinos mataron a un soldado beduino israelí en una emboscada en Gaza. Un francotirador le disparó a la cabeza cuando el beduino guiaba a un tanque hacia un escondite de milicianos, cerca del campo de refugiados de Al-Muasi. Es la segunda baja israelí en la franja desde la brutal ofensiva desatada tras la captura del soldado Gilad Shalit, el 25 de junio. En estos tres meses, las tropas han matado a más de 226 palestinos; la mitad, civiles, según el grupo de derechos humanos israelí B'tselem.
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