Wednesday, September 13, 2006

Gaza se muere

Patrick Corckburn
The Independent, Traducido para Rebelión por LB

Gaza se está muriendo. El asedio israelí al enclave palestino es tan intenso que su población se encuentra al borde de la inanición. Aquí, a orillas del Mediterráneo, está teniendo lugar una enorme tragedia que el mundo ignora porque tiene su atención concentrada en las guerras del Líbano y de Irak.

Una sociedad entera está siendo destruida. Millón y medio de palestinos permanecen encerrados en un espacio geográfico que tiene la mayor densidad de población del mundo. Israel ha paralizado todo el comercio. Incluso ha prohibido a los pescadores alejarse de la costa, lo que les obliga a faenar en la orilla tratando inútilmente de capturar algunos peces con redes que lanzan a mano.

Las incursiones israelíes se producen a diario por tierra y por aire y están provocando la muerte de numerosas personas. Desde el 25 de junio los israelíes han matado a un total de 262 personas y han herido a 1.200, de las cuales a 60 se les han amputado brazos o piernas, dice el doctor Juma al-Saqa, director del hospital al-Shifa de la ciudad de Gaza, cuyas reservas de medicamentos están a punto de agotarse. Entre los muertos hay 64 niños y 26 mujeres. Hasta la fecha este sangriento conflicto en Gaza sólo ha recibido una fracción de la atención concedida por los medios de comunicación internacionales a la guerra del Líbano.

Fue el 25 de junio cuando militantes palestinos, utilizando un túnel para salir de Gaza, capturaron al soldado israelí Gilad Shalit y mataron a otros dos soldados. Como consecuencia de esta acción, escribe [el periodista israelí] Gideon Levy en el periódico Haaretz, el ejército israelí “está arrasando Gaza –-no hay otra palabra para expresarlo--, matando y demoliendo, bombardeando y lanzando proyectiles de forma indiscriminada”. A efectos prácticos Gaza ha sido reocupada, pues los soldados y tanques israelíes entran y salen a placer. La semana pasada ocuparon varias casas en el distrito norteño de Shajhayeh y permanecieron en ellas durante cinco días. Para cuando se retiraron habían matado a 22 palestinos, habían destruido tres casas y habían arrasado con bulldozers olivares y plantaciones de cítricos y almendros. Fuad al-Tuba, granjero de 61 años que poseía una granja en el lugar, declaró: “Incluso me destruyeron 22 colmenas y me mataron cuatro ovejas”. Señaló tristemente en dirección a un campo cuya oscura tierra arenosa aparecía revuelta por las cadenas de los bulldozers y donde yacían pilas de troncos y ramas destrozadas de las que pendían hojas marchitas. Cerca de allí un coche amarillo se erguía sobre su morro en medio de una pila de bloques de hormigón que antes habían sido parte de una pequeña casa.

Su hijo Baher al-Tuba describió cómo durante cinco días los soldados israelíes lo encerraron a él y a su familia en una habitación de su casa en la que sobrevivieron bebiendo agua que extraían de un estanque para peces. “Los francotiradores estaban apostados en las ventanas y disparaban contra cualquiera que se acercara”, explicó. “Mataron a un vecino mío que se llamaba Fathi Abu Gumbuz, de 56 años, que sólo había salido a conseguir agua”.

A veces el ejército israelí avisa antes de demoler una casa. El sonido que más temen los palestinos es el de una voz desconocida que les llama al celular para advertirles de que disponen de media hora para abandonar su casa antes de que ésta sea destruida por bombas o misiles. No hay apelación posible.

Pero no son sólo las incursiones israelíes las que están destruyendo Gaza y su gente. Según la sobria prosa de un informe del Banco Mundial publicado el mes pasado, Cisjordania y Gaza se enfrentan a “un año de recesión económica sin precedentes. Los ingresos reales podrían disminuir al menos en un tercio en el 2006 y la pobreza podría afectar a cerca de dos tercios de la población”. Pobreza en este caso significa una renta per cápita inferior a los dos dólares por día.

Los signos de desesperación son visibles por todas partes. La criminalidad va en aumento. La gente hace lo que sea con tal de alimentar a su familia. El ejército israelí entró en la zona industrial de Gaza en busca de túneles y expulsó de allí a la policía palestina. Cuando los israelíes se retiraron no los reemplazó la policía sino los saqueadores. Un día de esta semana había tres carretas tiradas por burros extrayendo pedazos retorcidos de metal de los restos de fábricas que antes habían empleado a miles de trabajadores.

“Para nosotros es el peor año desde 1948 [fecha en la que se produjo la primera oleada de refugiados palestinos a Gaza]”, dice el doctor Maged Abu-Ramadan, antiguo oftalmólogo y actual alcalde de la ciudad de Gaza. “Gaza es una cárcel. Los israelíes no permiten que salgan de aquí ni mercancías ni personas. La gente ya está comenzando a pasar hambre. Tratan de sobrevivir a base de pan, falafel y unos pocos tomates y pepinos que cultivan ellos mismos”.

Las pocas fuentes de ingresos con las que contaban los gazatíes han desaparecido. El doctor Abu-Ramadan afirma que los israelíes “han destruido el 70% de nuestros naranjales para crear zonas de seguridad”. Claveles y fresas, dos de los principales productos de exportación de Gaza, se han arrojado a la basura o se han dejado pudrir. Un ataque aéreo israelí destruyó la central eléctrica, provocando la pérdida del 55% de la energía. El suministro eléctrico llega ahora de forma casi tan intermitente como en Bagdad.

El asalto israelí de los últimos dos meses ha golpeado a una sociedad que ya estaba noqueada por la retirada de los subsidios de la UE motivada por la elección en marzo pasado del gobierno de Hamas. Israel está reteniendo los impuestos correspondientes al paso de mercancías a Gaza. Bajo presión de USA los bancos árabes extranjeros no transfieren fondos al Gobierno [palestino].

Dos tercios de la gente está en el paro y el tercio restante, en su mayoría funcionarios gubernamentales, no percibe su salario. Gaza es hoy, con mucho, la región más pobre del Mediterráneo. La renta anual per cápita es de 700 dólares, mientras que, por ejemplo, en Israel es de 20.000 dólares. Las condiciones en Gaza son mucho peores que en el Líbano, donde Hizbollah compensa con liberalidad a las víctimas de la guerra por la pérdida de sus hogares. Como si Gaza no tuviera ya suficientes problemas, esta semana se han producido huelgas de protesta y marchas protagonizadas por soldados, policías y agentes de seguridad que no han cobrado su salario. Las protestas las ha organizado Fatah, el movimiento del presidente palestino Mahmoud Abbas, alias Abu Mazen, quien perdió las elecciones frente a Hamas en enero pasado. Sus partidarios marcharon por las calles agitando en el aire sus kalashnikovs. “Abu Mazen, eres valiente”, gritaban. “¡Sálvanos del desastre!”. Milicianos de Hamas de hosco semblante mantuvieron un perfil bajo durante la manifestación, pero no falta mucho para que ambos bandos se líen a tiros en las calles.

El asedio israelí y el boicot europeo son castigos colectivos que afectan a toda la población de Gaza. Sin embargo, es improbable que sirvan para disuadir a los milicianos. En una cama del hospital Shifa se hallaba tendido un joven robusto llamado Ala Hejairi que presentaba heridas en cuello, piernas, pecho y estómago. “La semana pasada estaba colocando una mina antitanque cuando me alcanzó fuego procedente de un avión israelí no tripulado”, dijo. “Cuando me encuentre mejor volveré a la resistencia. ¿Por qué habría de preocuparme? Si muero moriré como un mártir e iré al Paraíso”.

Su padre, Adel, manifestó estar orgulloso de lo que había hecho su hijo, y añadió que tres sobrinos suyos eran ya mártires. Apoyaba al Gobierno de Hamas: “Los países árabes y occidentales quieren destruir a este Gobierno porque es el Gobierno de la Resistencia”.

Mientras que la economía prosigue su colapso habrá muchos más jóvenes en Gaza deseosos de tomar el lugar de Ala Hejairi. Faltos de entrenamiento y carentes de armamento, la mayoría encontrarán la muerte. Pero la destrucción de Gaza, actualmente en curso, garantiza que durante varias generaciones la paz será imposible en Oriente Medio.

El balance letal

* Tras al captura del cabo Gilad Shalit realizada por los palestinos el pasado 25 de junio, Israel lanzó una ofensiva masiva y bloqueó Gaza en una operación bautizada como “Lluvias de Verano”.

* La Franja de Gaza, donde viven 1,3 millones de personas, el 33% de ellas en campamentos de refugiados, lleva 74 días soportando los ataques israelíes.

* Desde el 25 de junio los israelíes han matado a más de 260 palestinos, incluidos 64 niños y 26 mujeres. Uno de cada cinco muertos es un niño. Un soldado israelí ha muerto y 26 han sido heridos.

* 1.200 palestinos han sido heridos, incluidas 60 personas a las que ha habido que amputar algún miembro. Un tercio de las víctimas transportadas al hospital son niños.

* Los aviones israelíes han realizado más de 250 ataques contra Gaza, destruyendo las dos centrales eléctricas y los ministerios de Asuntos Exteriores y de Información.

* Los israelíes han destruido al menos 120 estructuras palestinas, incluyendo casas, talleres e invernaderos y han dañado al menos otras 160 estructuras.

* La ONU ha criticado el bombardeo israelí, que ha causado unas pérdidas de aproximadamente 1.800 millones de dólares en la red de suministro eléctrico, dejando a más de un millón de personas sin acceso regular al agua potable.

* El grupo pro-derechos humanos israelí B’Tselem afirma que tan sólo en el mes de agosto los israelíes han matado a 76 palestinos, entre ellos a 19 niños. Las pruebas demuestran que al menos el 53% de las víctimas no participaban en las hostilidades.

* En el último estallido de violencia tres palestinos murieron cuando tropas israelíes asaltaron una ciudad cisjordana a la búsqueda de un fugitivo. Según testigos, dos de los muertos estaban desarmados.

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